Eurotaoísmo (1989) es una obra intermedia entre Crítica de la razón cínica (1983) y Extrañamiento del mundo (1993), mas no por ello menos provocativa y sugestiva. La reflexión que comenzó con un brillante examen de la razón cínica se prologa ahora con una crítica de la razón cinética. De tono algo más grave, tal vez con menos desparpajo y originalidad que en otras ocasiones, el autor nos ofrece un esbozo de teoría crítica de la modernidad que ya contiene en forma embrionaria el programa de antropología filosófica desarrollado en su trilogía sobre las esferas, aún por traducir. Precisamente, la necesidad de establecer un criterio para discernir entre movilidad y movilización, entre movimiento de la vida que viene al mundo y movimiento de la técnica que moviliza el cosmos, conducirá a la transformación perinatal y ginecológica de la ontología existencial heideggeriana y a la definición del Dasein como nomadismo cósmico, como permanente cambio de morada, como la aventura de venir y entrar al mundo. En este ensayo de 1989, Sloterdijk reivindica, como ilustrado no eurocentrista, el sosiego de la sabiduría taoísta frente al imperativo cinético de la modernidad, es decir, frente al proyecto de movilización militar, política y tecnológica que, como diría Severino, es la locura de Occidente. Tras el lenguaje del filósofo como médico de la cultura con sus propuestas de diagnóstico, pronóstico y terapia, tras su crítica al culto a la velocidad encarnado en el vehículo, falso símbolo de la libertad, se nos propone una meditación de más hondo calado sobre los presupuestos ontológicos de la utopía técnica de la modernidad. El sujeto moderno forjado en la tradición filosófica occidental reduce la realidad a reserva de fuerzas dinámicas, según una concepción del ser como pura hiperactividad que genera un movimiento potencialmente catastrófico. Bajo esta voluntad de poder no hay átomo que permanezca ocioso, todo trabaja, circula y se mueve sin reposo por las autopistas de la modernidad: automóviles, información, capital humano y financiero.Sin embargo, a juicio de Sloterdijk, es preciso superar las insuficiencias de los dos grandes modelos críticos de Occidente, la crítica ideológica de Marx y la crítica de la Escuela de Frankfurt, puesto que o bien su filosofía de la historia revolucionaria no conserva la necesaria distancia crítica ante la empresa de movilización de la realidad o bien se muestra incapaz de comprender su propio objeto, es decir, la esencia cinética de la modernidad. Pero esto no supone ceder a las reacciones fundamentalistas y conservadoras que oponen al ímpetu del progreso la inercia de las tradiciones y el seguro anclaje de los primeros principios. Frente al panteísmo cinético Sloterdijk no predica quietismo absoluto o inmovilismo eleático. El carácter total de la movilización moderna consiste en que también el motor inmóvil de la ontoteología se moviliza, en que cesa la distinción entre contemplación sosegada y actividad dinámica y, por tanto, el sujeto contemplativo comienza a inquietarse y a perder la certeza metafísica con que antaño demostraba la existencia del “indolente perfectísimo”. La nueva crítica esbozada debe pues corroborar la insoslayable dimensión móvil de la existencia humana para no extrañarse totalmente de la realidad al par que ha de aspirar a la desmovilización siempre que el dinamismo se nos imponga como imperativo de forja histórica, leva de masa o desertización de la naturaleza. Tal vez uno de los objetivos más sugerentes de esta contribución crítica sea la reivindicación de una “segunda pasividad” frente a la metafísica activista del sujeto moderno. No se mienta con ello la sumisión a la fatalidad del destino contra la que (como “primera pasividad” teológico-política) se rebeló justamente el filósofo ilustrado sino la disposición a reconocer tras las ufanas apologías del progreso la insuperable fragilidad de la condición humana. Se trata de una sensibilidad ontológica con implicaciones éticas: la invitación a incorporar en el concepto de ser no sólo actos y acuerdos, sino también sufrimientos y procesos. Sloterdijk reprocha a la filosofía moderna su obsesión por elaborar teorías de la acción en detrimento de las teorías del padecimiento. El autor que tanto debe en esta obra a las descripciones del nihilismo tecnológico y de la poshistoria gnóstica ofrecidas por Jönger en La movilización total, Sobre el dolor o Junto al muro del tiempo, prefiere, sin embargo, guardar las distancias respecto a la épica neopagana del trabajador, incluso respecto al quietismo del emboscado o a la serenidad del pastor del ser, para desposar su eurotaoísmo con la tradición judeoalemana. La dedicatoria a Jacob Taubes, fallecido dos años antes de la publicación de este libro, contiene, según el autor, un reconocimiento a la memoria de lo apocalíptico como alternativa judía al optimismo de los modernos y al sentido trágico de los “neoheroicos”.
2 comentários:
Marco, lendo este comentário que você postou fiquei com vontade de aprofundar um pouco mais. Vamos ver o que acham nossos colegas
eu concordo com a chris...
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